El desarrollo infantil es un proceso dinámico, sumamente complejo, que se sustenta en la evolución biológica, psicológica y social. Los primeros años de vida constituyen una etapa de la existencia especialmente importante ya que en ella se van a configurar las habilidades perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas afectivas y sociales que posibilitarán una equilibrada interacción con el mundo circundante. La Atención Temprana, desde los principios científicos sobre los que se fundamenta, tiene como finalidad ofrecer a los niños/as con déficits o con riesgo de padecerlos un conjunto de acciones optimizadoras y compensadoras, que faciliten su adecuado desarrollo en todos los ámbitos y que les permita alcanzar el máximo nivel de desarrollo personal y de integración social.
La Atención Temprana según el Libro Blanco de la Atención Temprana (2000), un documento reconocido elaborado por el Grupo de Atención Temprana (GAT), define a la misma como:
Conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de cero a seis años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta, lo más pronto posible, a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen riesgo de padecerlos (p. 12).
Además, el concepto antes mencionado, determina que la intervención debe tener en cuenta el contexto del niño/a y su familia, abordando de manera global y de forma interdisciplinar, considerando las capacidades y dificultades del niño/a en los distintos ámbitos del desarrollo, su historia y su proceso evolutivo, así como las posibilidades y necesidades de los demás miembros de la familia y el conocimiento y actuación sobre el entorno social.
Según Dunst, Trivette y Hamby (2007), el modelo de intervención es importante que se lleve a cabo con la colaboración activa de la familia, es decir, que esté basada en un modelo centrado en la familia y a poder ser en el contexto natural del niño/a, ya que asi se brindan mayores oportunidades de aprendizaje a la niñez.
La interacción continua y crítica entre biología y ecología (social y ambiental) que tiene lugar en el período inicial de la vida y la oportunidad de intervención que nos ofrece esta plasticidad evolutiva dan soporte científico a los fundamentos éticos, jurídicos y sociales de la Atención Temprana. Al tiempo, ha quedado demostrada la eficacia evolutiva, educativa y psicosocial a corto, medio y largo plazo de la Atención Temprana e incluso su rentabilidad en términos de retorno social y económico. Las inversiones adecuadas en el enriquecimiento del entorno de la primera infancia y la calidad de los cuidados que reciben los niños y niñas en esta etapa representan la piedra angular del desarrollo humano y son esenciales para el progreso de las sociedades. Son las más rentables que un país puede realizar, con retornos en el transcurso de la vida mucho mayores que el importe de la inversión inicial, además de un derecho al que deben acceder todos los niños y niñas para garantizar su bienestar y la igualdad de oportunidades.