En este artículo reflexionaremos sobre esta temática, y para comenzar abordamos esta frase: “las etiquetas deberían ser para los productos, no para las personas”. ¿Por qué? En primer lugar, los diagnósticos producen efectos sociales que influyen en el imaginario social que la gente tiene sobre determinadas patologías. En segundo lugar, cuando instauramos un diagnóstico en un niño, tenemos que tener en cuenta que es una persona transitando un proceso de constitución de su subjetividad, entramado con los Otros y atravesado por la época histórica que le toca vivir. Por esto, cuando nos sumergimos en el hermoso entramado de las infancias, debemos “asumir el compromiso de abrirnos a lo diverso, a lo múltiple, a lo imprevisto, de construir un camino a medida que vamos transitando, lo cual nos permite encontrarnos con lo inesperado, sin necesidad de tener que transformarlo en lo ya conocido para que encaje en nuestros patrones preestablecidos”. Extraído de: Gisela Untoiglich
… ¿Qué pasa con el Certificado Único de Discapacidad?.
Hablemos que sucede con el CUD. Podemos pensar que surge un fenómeno restrictivo al sujeto, a partir de la certificación. El niño puede quedar encerrado en un rótulo, anulando sus capacidades restantes. Aparece entonces una persona cristalizada en un diagnóstico, lejos de preguntarse si lo que le sucede pueda llegar a ser transitorio. Vivimos y reproducimos un mundo que desestima las diferencias y establece modos estándar según patrones dominantes. Sin embargo coincidimos en lo peligroso que resulta la rotulación desde la primera infancia ya que en sí misma, encierra sobre el bebé o el niño una mirada, y por ende una proyección y una intervención cargada de sentidos socioculturales-ideológicos que lo anulan desde el inicio en su camino a constituirse activamente en sujeto de derecho. Y le arroga con esa identidad adscripta por el CUD el estatuto de caracterización definitoria del sujeto instalándose como certeza de un presente y de un devenir ineludible. Lo diverso cuando es reconocido como tal, nos interpela de tal forma que es necesario interrogarnos, hacer emerger un sujeto, lo cual produce una vacilación de certezas y creencias. Forma parte de ese escenario multicolor la tarea de poder repensar lo diverso lo cual nos lleva a reconocer las diferencias en lo identitario, lo múltiple de nuestra subjetividad tan llevada y conducida por lo uno.
Que la etiqueta no determine, que no sea un destino.
Desde el modelo social de discapacidad la clave y la propuesta es poder pensar y abordar al niño en cuanto tal. Ahora bien, ¿a que nos referimos con esto? Apuntamos a que la etiqueta no sea determinante, el niño es un sujeto de pleno derecho y entender que la capacidad es una condición inherente de todo ser humano y el niño no es un diagnostico. La propuesta es poder interrogar, repensar el lugar del niño desde el modelo Social, logrando un viraje que va desde una perspectiva asistencialista , donde lo esencial es el diagnóstico, a un modelo que pretende poner en primer lugar al niño y sus derechos.